Una de las periodistas más incisivas y vivaces de la redacción de elCaribe, nos entrega hoy un tema (Dueños de partidos pequeños vuelven a probar lealtad al poder con apoyo al PRM) digno de ser asimilado por nuestra clase política, compelida a reflexionar sobre su accionar práctico, en particular la dirigencia de los partidos mayoritarios y más representativos, que sucumben ante tentaciones degradantes que aparentan carcomerlo todo.
Lástima que algunas de sus malas actuaciones solo alcancen para provocar indignación y, a lo sumo, irritación, pero sin llegar al punto de revolver la conciencia ciudadana.
Lástima, sí, doblemente, porque después del sobresalto social inicial que provocan las malas prácticas, todo se queda del mismo tamaño, debido a que la brega por adecentar la vida pública no alcanza a ser una demanda de toda la sociedad.
Miramos con pena las manifestaciones de pérdida de valores y de mediocridad en el sistema político, potenciadas en estos días con las políticas aliancistas, cual mercado persa, y por los honores y vítores al deleznable tránsfuga.
Consuela, para el buen nombre de la política, que no es una especulación, como la concibió el patricio Duarte, sino “la ciencia más pura y la más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias nobles”, que aquellos individuos que se entregan a ella solo en procura de beneficios personales y de un mejor estilo de vida, no son políticos propiamente dichos, sino politicastros.
Un político que se une a una causa, profesional de la materia, tiene entre sus cualidades características que sabe gestionar el fracaso y posee la habilidad de convivir con la decepción, por lo cual no huye al primer revés para correr tras lo material y pecuniario.
El trasiego sin contemplaciones de un partido a otro, y entregarse junto a sus acólitos al mejor postor, prostituye la esencia de la actividad política que debiera ser, en sí misma, noble y digna.
Para convertir en más despreciable el actual momento, visto con ausencia de prejuicios, resulta que de por medio no se ve ni un asomo de propuestas programáticas ni nada político-ideológico, solo el afán y la premura de estar cerca del dinero del contribuyente que los partidos reciben, o acceder a las ventajas que otorga el poder en un país como el nuestro, presidencialista y de escaso desarrollo institucional.